El proceso de escritura de textos filosóficos

Imagen de Francisco Calzado

La principal característica de un texto filosófico es que tiene una estructura argumentativa. La escritura filosófica, a diferencia de la literaria, la publicitaria, etc, se basa en la argumentación, es decir en dar razones, valorar esas razones y exponerlas claramente. En un texto filosófico, por tanto, se exponen, ordenadamente, argumentos a favor y en contra de una o varias tesis, y se analizan y valoran críticamente para llegar a algunas conclusiones.

1. Introducción

Chico escribiendo¿Por qué es importante escribir disertaciones filosóficas como herramienta para aprender filosofía? En primer lugar, porque obliga a leer y a reflexionar independiente y críticamente sobre las lecturas. Por otra parte, escribir nos obliga a pensar mejor sobre las razones que sustentan nuestros puntos de vista. En nuestra vida cotidiana nos encontramos con que, con frecuencia, tenemos opiniones sobre diversos temas sin que haya una reflexión explícita sobre las razones que sustentan dichas opiniones. La actividad filosófica supone un esfuerzo consciente por hacer explícitas las razones que nos llevan a mantener determinadas opiniones. Es importante mantener una actitud crítica que nos permita cambiar de punto de vista guiados, únicamente, por el valor de las argumentaciones. Nada más filosófico que cambiar nuestras opiniones a la luz de nuevos hallazgos derivados de nuevas lecturas, o por ser persuadidos por argumentaciones que nos parecen más sólidas. En el camino laberíntico del análisis y valoración de argumentos, hay que poner en marcha herramientas propias del pensamiento crítico, como estar bien informados sobre los asuntos que nos preocupen, conocer bien los vericuetos de la lógica formal e informal, etc.

2. Estudio y reflexión

Para escribir sobre cualquier tema con ánimo de aportar algo, hay que revisar, con mayor o menor profundidad, lo que previamente han escrito otros sobre el mismo asunto. Para un estudiante de bachillerato, las fuentes básicas de información filosófica son las que pone a su disposición el trabajo del profesor de filosofía en la clase y la revisión de los apuntes o libro de texto. Si se quiere profundizar, se podrán consultar otras obras bajo la supervisión y guía del profesor. Por otra parte, no basta con leer, con acceder a la información. Hay que reflexionar, lo que significa transformar la información en conocimiento dotándole de significado, es decir, relacionándolo con otros conocimientos conocidos previamente. Este proceso de reflexión es fundamental para cualquier estudiante, y es el meollo de la filosofía.

3. Producción y organización de ideas

Una vez que se tiene adquirida información sobre el tema sobre el que hemos de escribir, y después de haber reflexionado sobre él, conviene tener algún método para generar ideas, por rudimentario que éste sea. El método mínimo para afrontar la generación de ideas consiste en elaborar un esquema o mapa conceptual que muestre de manera gráfica la relación entre distintos conceptos o ideas que sean fundamentales en el contexto de nuestro tema de escritura. Pero podemos concretar aún más en el caso del tratamiento de problemas filosóficos indicando algunas ideas para facilitar este proceso:

  1. La estructura de “reducción al absurdo”: se parte de la exposición de la tesis que se rechaza, seguida de los argumentos que la sostienen. A continuación se exponen la refutación de dichos argumentos y el establecimiento de la tesis contraria, que es la que se busca defender.
  2. La estructura de “deductiva”: se expone la tesis que se quiere defender, seguida de los argumentos que la mantienen y las objeciones a los mismos, para terminar con la refutación de estas objeciones.
  3. La estructura “dialéctica”: en ocasiones las cosas no están tan claras como para afirmar o negar una tesis, y es necesario mostrar la relación dialéctica entre ambas, es decir, una síntesis de la tesis y antítesis. Esto se puede llevar a cabo en tres pasos: se presenta y defiende una tesis, a continuación se expone y apoya la tesis contraria (antítesis), para finalizar con la síntesis. Está claro que este esquema sólo es válido cuando la reflexión sobre un asunto nos conduce a la conclusión de que las dos alternativas (tesis y antítesis) no son contradictorias, sino complementarias.
  4. La estructura “analítica” es especialmente apropiada para el análisis de nociones o conceptos. En estos casos se pueden seguir las siguientes etapas: descomponer la noción objeto de análisis de los elementos que la integran, acompañados de su definición. A continuación se expondrán aquellos conceptos derivados de la definición para poder así desarrollar los problemas que genera (sus interpretaciones, su importancia, valor, etc.)
  5. La estructura “comparativa-relacional” de dos o más conceptos supone analizar cada uno de los conceptos, planteando desde el principio la relación que hay entre ellos. A continuación, se exponen los argumentos que sirven para defender dicha relación entre las nociones involucradas, aclarando si se trata de una relación de contradicción, de reducción de unos a otros, de presuposición de unos ante otros, etc. Puede ser útil, para planificar una disertación siguiendo este esquema la elaboración de una tabla comparativa en la que analicemos diversos aspectos de los conceptos básicos implicados en nuestro trabajo.

4. La escritura del texto argumentativo

Lo primero que hay que tener en cuenta a la hora de comenzar la escritura de una disertación es tener en cuenta el esquema o la tabla elaborados en el proceso de generación y organización de ideas.

A continuación, se suele seguir un esquema clásico muy sencillo a la vez que eficaz, y que implica estructurar el texto en tres partes: la introducción, el desarrollo y las conclusiones.

La introducción debe ser concisa, clara y breve. Unas 10 o 15 líneas deben bastar para presentar al lector el problema que se va a tratar. Es conveniente que se llegue a formular en forma de pregunta. También es conveniente enumerar el plan general que se va a seguir en la exposición del desarrollo.

El desarrollo típicamente sigue alguna de las estructuras propuestas en la fase de producción y organización de ideas. Está claro que el tipo de estructura a seguir en la exposición variará dependiendo del tipo de problema o pregunta que se pretende analizar. En la siguiente tabla se resumen algunas sugerencias al respecto.

Tipo de estructura

Tipo de problema

Ejemplo
Reducción al absurdo
Deductiva
Afirmar o negar una tesis

“¿Debemos tener obligaciones éticas respecto a los animales?”

Dialéctica

Afirmar o negar una tesis pero con una postura intermedia

“¿Se puede decir que la cultura es la que hace al ser humano?”

Analítica

Análisis de una noción o concepto

“¿Qué es la libertad?”
Comparativa-relacional
Relación entre conceptos

“Información, conocimiento y sabiduría”

La conclusión ha de recoger de nuevo de forma clara y concisa la formulación de solución que se propone a la pregunta planteada en la introducción, destacando algunas consecuencias que se deriven de la misma, o el planteamiento de nuevos problemas. En esta parte final también se puede recoger la opinión personal sobre el tema tratado.

5. Escribir con estilo

La escritura filosófica debe ser, ante todo, clara. La claridad de estilo sólo es posible si hay claridad de pensamiento.

La regla de oro de la redacción clara es seguir el orden de expresión natural en castellano: sujeto + verbo + complementos (Ej. “Kant escribió la Crítica de la razón pura”)

Este esquema sintáctico básico, se puede ir ampliando y enriqueciendo en función de las necesidades comunicativas (Ej. “La responsabilidad moral sólo es posible en agentes libres”)

Es preciso evitar las construcciones sintácticas complicadas y recargadas en exceso. No hay que confundir la oscuridad en la expresión con la profundidad de pensamiento. Los filósofos profesionales con frecuencia caen víctimas de esta confusión. Según afirma Mario Bunge en su obra Crisis y reconstrucción de la filosofía, uno de los males que aquejan a la filosofía actual es precisamente esta confusión entre oscuridad y profundidad. Según Bunge:

El pensamiento profundo es difícil de entender, pero puede comprendérselo con la debida aplicación. En filosofía, la escritura profunda es, algunas veces, un disfraz para hacer pasar la perogrullada o el absurdo por profundidad. Así es como Heidegger hizo fama de pensador profundo: escribiendo frases como “El tiempo es maduración de la temporalidad”. De no haber sido un profesor alemán y el discípulo estrella de otro profesor famoso por su hermetismo –es decir, Husserl– Heidegger podría haber sido tomado por un loco o un charlatán”.

Mario Bunge, Crisis y reconstrucción de la filosofía, Editorial Gedisa, Barcelona, 2002 (p. 278).

Por tanto, a menos que uno sea Nietzsche, Wittgenstein o Heidegger, no debe permitirse la ligereza de escribir con oscuras metáforas que enmascaren confusiones, disfracen perogrulladas o suplanten la argumentación clara.

6. La revisión diferida de nuestro escrito

Como paso final de nuestro trabajo, es interesante revisar nuestro escrito unos días después de redactarlo. Respecto al contenido del escrito, este tiempo de reposo puede darnos una nueva perspectiva sobre nuestro trabajo en lo referente a la valoración de los argumentos, o la inclusión de nuevas ideas que antes nos habían pasado desapercibidas.

También puede servir para mejorar elementos formales, como corregir pequeños errores ortográficos, eliminar repeticiones, alterar el orden o eliminar algunas palabras para conseguir mayor claridad y sencillez en la expresión. 

 

Su puntuación: Ninguno Promedio: 5 (1 voto)