Reflexiones en torno al texto de Heiddeger "¿Qué es la filosofía?"
En la conferencia de Heidegger titulada “¿Qué es la filosofía?” (1956) (http://www.heideggeriana.com.ar/textos/que_es_filosofia.htm) se pueden extraer algunas consideraciones sobre la naturaleza de la filosofía, que pueden ser de utilidad para la práctica docente. Al mismo tiempo, parece que sugiere que la orientación actual en la investigación filosófica no va por el camino idóneo. Esto ya lo sabíamos; no creo que pensarlo otra vez esté de más.
Dos son los puntos que resumen la novedad de este escrito. El primero arranca de la dificultad que tiene el hombre de afrontar en sentido pleno la pregunta por la esencia de las cosas y, más en concreto, la esencia de la filosofía. No obstante, cabe que en una primera incursión en Grecia, el preguntar se detenga en el lenguaje que nombra y desde el que se construye la experiencia griega; en este sentido Heidegger toma de Heráclito el significado del término “filósofo”, “el que ama el saber”. Amar es estar en correspondencia, en armonía, equilibrio con el saber. Por otra parte, la sabiduría no se refiere al saber que toma el ente como objeto, sobre el que la historiografía filosófica ha trabajado tanto, sino el ser del ente. Y en este sentido el saber viene a ser lo que reúne el ente, la posada originaria, el sentido, faltando el cual, el ente se toma de modo particular y especializado. Amar la sabiduría es permanecer en el ser.
Precisamente los Sofistas no echaron en falta ese sentido y, viendo que la pregunta por la esencia de la filosofía no remitía a ningún tipo de armonía o correspondencia, pusieron al descubierto o rompieron lo que desde Heráclito y Parménides constituía el primitivo y originario sentido del filósofo: el carácter unitario del que filosofa y el saber por el que está en camino de ser lo que es.
A partir de Sócrates la filosofía se orienta a proteger aquella orfandad de ser y pensar y no tiene más remedio que intentar un viraje que será lo que Platón llame segunda navegación: buscar en la sabiduría rota, pero ahora no como un saber que se posee y en el que se está, sino precisamente, buscar el ser del ente, que no está en correspondencia con el hombre, el cual ha roto la unidad expresada en las palabras de Heráclito “Uno (es) Todo”. Y al tomar el camino de la filosofía se transformó en filósofo, porque buscaba la sabiduría, el ente en el ser. Los filósofos desde entonces hicieron esta búsqueda convirtiendo el amor en una disposición necesaria como lo fue el asombro, la admiración, la interrogación,… De esta forma, intentaron recuperar la armonía perdida.
El segundo punto a considerar es en el que Heidegger revisa el concepto de correspondencia, la respuesta que, en la forma del diálogo, entabla la filosofía con la tradición. La correspondencia es un estado de ánimo desde el que surge el filosofar. Cuando establecemos un diálogo con los filósofos es cuando discutimos, algo distinto a dejar constancia de las opiniones. Somos interpelados por aquello que los filósofos les ha interpelado. De hecho, dialogar con ellos significa responder a la interpelación del ser del ente. Responder y corresponder vienen a relacionarse de forma que la correspondencia buscada debe ser previa a cualquier teorización sobre lo que es la filosofía, porque el diálogo surge dentro de una determinada disposición afectiva. Estamos en sintonía con aquello que nos interpela, no buscamos la interpelación como hilo conductor de la historia.